Noche cerrada. Personas sin sombra.
La mesa puesta. La cena a dos velas.
¿Para uno? Las pupilas dilatadas.
Silencio oscuro. En la puerta, nudillos.
Llegan sin avisar… mis invitadas.
Me hablan bajito. Susurran palabras.
¿Queréis tomar algo? Agua embotellada.
Instrucciones inconexas. Dilemas.
Cala la humedad. Estufa de leña.
¿Qué hay de cena? Pan con manteca, ¿más?
Leche fría. Conservas.
Traen presente, ¿vino?
Ojalá; más ruido. Llega más gente.
Hay sitio para todas.
Dentro de un orden. Poneos de acuerdo.
O hablad por turnos. Gracias.
Se ponen de acuerdo. También conmigo.
Y de repente, entonces,
todo se enciende. Los pulsos eléctricos
me ciegan nuevamente.
Se oye la tele. Vuelven ya las sombras,
se eclipsan estrellas. Tecnología.
¡No! ¿Dónde están las musas?
La mesa vacía. Mis invitadas
se fueron. Sin despedirse siquiera.
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Poeta ante el gran apagón, compuesto por versos endecasílabos y heptasílabos, sin rima.