La alegría es una espada

Y el payaso,
cansado de serlo,
sacó pecho.
Se colocó su nariz roja,
se rajó la garganta
y te gritó,
te gritó tan alto
que no pudiste callarle;
empuñó aquella espada
y provocó una risa,
tan fuerte sonaba,
que te terminó doliendo la cabeza.

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